sábado, 30 de junio de 2007

No soy un borrego


Hace un tiempo tuve un desagradable incidente con uno de esos individuos de los que se declaran más sevillistas que nadie, ocurre que desde hace algunos años se ha organizado en el club de mis amores un departamento de marketing que es el encargado de diseñar la “doctrina” oficial del buen sevillista. Yo como buen profesional de la comunicación la entiendo, es más incluso la respaldo. La entidad ha desarrollado una amplia red de medios oficiales que defienden y divulgan el sevillismo, su cultura, su idea y la información que maneja el club, lo que tiene que salir y lo que no tiene que salir. Pues bien esto no es ni bueno ni malo, sencillamente es lo normal en todas las empresas modernas, es simplemente necesario. Ya que todas las empresas comunican, ¿por qué no hacer lo bien? Cubren las necesidades de los aficionados al club y dan cumplida información de la actualidad del equipo, lo que además agradecemos los periodistas, ya que nos facilitan nuestro trabajo.
El problema llega cuando algunos sevillistas declaramos en público que a nosotros no nos basta con estos medios oficiales, que, simplemente, queremos saber más. A mí como hincha del Sevilla FC me interesa no sólo lo que el club me puede ofrecer, sino también una cierta información extra que sólo puede aparecer reflejada en los medios de comunicación ajenos al equipo. Comprendo que a algunos les llegue con la información que los periodistas que trabajan para la entidad en sus medios oficiales les ofrecen, pero muchos estamos deseando ver, oír, y leer lo que otros nos pueden mostrar. Su mirada desde fuera es esencial para que haya pluralidad informativa. Si estos no existieran, no veríamos reflejadas en sus paginas, radios y televisiones los teje-manejes de los dirigentes de nuestros clubes. Los medios de comunicación sevillanos son actores de control absolutamente necesarios para no creer a pies juntillas lo que desde un lado de la realidad nos muestran, son un elemento de control al poder. Particularmente, prefiero tener las dos visiones y que mi cabeza piense y recapacite sobre lo que me cuentan y poder decidir que es verdad y que no lo es.
Sólo pido respeto, somos igual de sevillistas que cualquiera, pero además también tenemos el gusto de que nos guste el fútbol en general, intentamos ser objetivos y ver algo más que los partidos de nuestro equipo. El ser aficionado sevillista es la identificación de unos colores y sentimientos junto con la pasión por el fútbol, ese maravilloso deporte por el que nunca voy a insultar, despreciar o dar la espalda a nadie simplemente por que no piense como yo.
Sin duda, el fanatismo está muy cerca de convertirse en la máxima expresión de la estupidez humana, por mi parte considero que nunca me convertiré en uno de esos borregos, pero les deseo mucha suerte en sus tristes vidas, donde una sóla idea contradictoria les puede llevar a ser violentos con su prójimo. Hay cosas que te dan pena, mucha pena…

lunes, 11 de junio de 2007

Un sueño cumplido 60 años después...



Eso es lo que pensamos los sevillistas, pero seguro que también en la penúltima jornada de esa temporada 1945/1946 nuestros mayores tampoco podrían creer lo que estaba sucediendo. Líderes, y luego en las Corts campeones en la última.
Quedan pocos afortunados entre nosotros que estuvieran vivos en el mayor logro en la historia de nuestro centenario club, pero todavía hay alguno por ahí que lo recuerda como su mejor momento como sevillista, el día que fuimos grandes de verdad.
Ese momento de la generación de mi padre, y de la mía propia, corresponde al día en que once jugadores blancos doblegaron a un puñado de ingleses por cuatro a cero, para darnos nuestro primer título europeo. En Eindhoven el Sevilla F. C. se desquito de golpe y porrazo de unas cuantas décadas de mediocridad, volvía a ser un club grande de verdad.
Este será, seguro, uno de los mejores recuerdos de nuestra vida. Es difícil de explicar cuando ves que tu capitán levanta ese título tan deseado, tan buscado, tan querido… y ves a tu familia, a tus amigos, a ti mismo con una ilusión y una felicidad tan natural como espontánea. Después de este entorchado viene otro, e incluso al año siguiente repetimos la victoria en esa Copa que nos hizo grandes. Algunos mirábamos al cielo por los que ya no están y que tuvieron la suerte de ver el primero, viendo como Javi Navarro volvía a levantar la copa no podíamos disimular la emoción. La emoción de brindar por una UEFA que cada uno se la dedicaba a esa persona tan especial, que ha estado viendo en un sitio privilegiado esa final: el tercer anillo del Ramón Sánchez Pízjuán. Te imaginas como se han vivido los penaltis allá arriba, con los mismos nervios y alegría que en casa, y por un momento alzas la mirada al cielo de Sevilla, levantas tu copa de cava y piensas: Va por ti papa, que la disfrutes.