sábado, 6 de junio de 2009

Esplá, el torero de mis amores se despide a lo grande en Madrid


Todo el que me conozca un poco sabe que no soy un gran aficionado a los toros. Es verdad no soy un gran entendido pero me gustan, me gustan mucho. En especial dedico mis predicamentos a un torero ya maduro, próximo a la retirada llamado Luis Francisco Esplá.
A Esplá lo descubrí una tarde de verano en que Canal + decidió hacer una feria con el mismo nombre de la cadena. En dicha feria se iba a tratar los toros de una manera especial, con ese cuidado particular que pone la cadena del Grupo Prisa con los espectáculos de masas (léase fútbol, toros, record de la hora, etc.). Nos enseñarían como funciona una corrida, nos darían unas clases prácticas del toreo, cómo se miden los toros, cuáles y el porqué de las diferentes suertes, etc. En estas aparece un torero ya veterano, el maestro Esplá. Para los que no le conozcan es un hombre bajo, con aires de torero antiguo, patillas voluminosas y espesas, hombreras más grandes de lo normal, en fin con un aspecto de torero de mediados del siglo pasado. Con esa curiosidad innata en mi me dispuse a ver la corrida. Al llegar a la suerte de varas Esplá se dio cuenta que el toro valía mucho, pero para que el gran público, desconocedor de lo que este sabía, se diera cuenta del noble animal que tenía delante hizo que su picador y sus banderilleros alejasen al toro y al caballo lo más lejos posible. El espectáculo fue grandioso. El toro se arrancaba de un extremo de la plaza a embestir al caballo casi sin que le llamase el picador, que de paso acometió su suerte de una manera impecable. Al ver el público lo que pasaba rompió en aplausos hacia el toro, por su bravura, al matador, por su inteligencia, y al picador por su buen hacer, mientras yo desde me casa aprendía más de toros que nunca emocionado desde mi sempiterno sofá.
Ese es el maestro Esplá, un torero que revindica la fiesta desde su pureza, que trata de darlo todo por su profesión, al que el mismo y muchos otros entre los que me incluyo calificamos de arte.
Este viernes pasado el maestro Esplá tenía una gran cita, su última corrida en Madrid. En su primer toro la cosa no salió como el hubiera querido, pero en el segundo se desquito. Hizo la faena soñada por cualquier torero en su despedida de Madrid, cuajó un gran toro de Victoriano del Río, con un toreo soberbio. Para más inri al llegar la suerte suprema mató al toro al encuentro, es decir recibiéndolo él mismo, en vez de entrar a matar cito al toro y se quedó en su sitio esperando la acometida de éste. La estocada calló tendida, pero no importaba, el toro beso el suelo y el público de la capital del reino se rindió una vez más a uno de sus toreros por antonomasia. La despedida que no pudo ser más dulce. Dos orejas, dos vueltas al ruedo, además de otra para el toro solicitada por Esplá, reconociendo así la valía de un triunfo que era merito de los dos.
Se lo merece maestro, porque usted es un torero con mayúsculas, y al que le debo, junto a mi padre, lo poco que se de la fiesta.
Felicidades, suerte y gracias... Torero.

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